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... Nunca volveré a ser esa mujer. Reniego de ese nombre igual que de las atrocidades que cometió la mujer que fui. Tengo aún muchos pecados que expiar, pero lo acepto convencida de que esto es, por fin, lo que debo hacer.

 

Ahora puedo ser quien realmente soy, sin esconderme, sin nombres falsos, sin miedo a ser descubierta. Puedo ser por fin Alejandra Carpenter y utilizar el nombre Megabyte como bandera en lugar de como un disfraz.

 

He estado pensando mucho sobre ello, y creo que es justo que sepáis quién soy y quién fui. Cuando huimos con JC y Drake a Nueva York recibimos un ataque de Pentex, y aunque contamos con unas defensas excepcionales, temo que esos Primero Equipos puedan lograr sus objetivos más adelante.

 

Ojalá esta carta la leamos juntas dentro de unos años, en lugar de que tenga que entregárosla tía Natasha o algún miembro del Túmulo cuando empecéis a hacer demasiadas preguntas sobre quiénes eran vuestros padres.

Tontos, imbéciles, anormales, bobos, memos, deficientes, retrasados, estúpidos, simples, cretinos, incultos, ignorantes, catetos, torpes, zopencos, mentecatos, majaderos, engreídos, presuntuosos, petulantes, fantasmas, burros, gaznápiros, gilís, majaderos, necios, peleles, zoquetes, botarates… Podría estar así todo el día y no habría calificativos suficientes para describir a toda la panda de individuos con la que tuve que cruzarme ese fin de semana.

 

Me infiltré entre vuestras filas con un diminutivo de mi nombre y no pudiendo evitar realizar ciertos gestos de los que tengo manía. Os he manipulado y esclavizado a mi antojo, usándoos como moneda de cambio, mutilándoos a mi gusto o especulando con vuestros sentidos.

 

Os he ejecutado a algunos delante de vuestros amigos y familiares. Su reacción fue un patético temblequeo, lloros e improperios por la espalda. Alguno tuvo el valor de decir algo de frente. No obstante… nadie dio la vida por vosotros. Nadie se atrevió a dar un paso al frente de valentía. Nadie quiso servir mi causa de forma fiel. Por eso estáis muertos.


La verdad, no sé por qué estoy escribiendo esto, supongo que por la incertidumbre de lo que pueda pasar quiero dejar un último legado.

Decidí implicarme de participar en las jornadas de convivencia para recuperar un momento de mi vida que no recuerdo. Aparentemente iba a ser una reunión aburrida en el que la gente cuenta sus problemas a completos desconocidos con la idea de que quizá les pueda ayudar, algo incomprensible para mí, ¿de qué sirve eso? ¿Por qué la gente se centra en sensaciones irracionales en vez de pensar con auténtica cordura y encontrar un motivo racional de los hechos que viven? Seguramente jamás lo hubiera entendido de no haber estado allí en aquel momento.

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