Paso. Vuelta. Media luna. Silencio. Pétalo, doble paso lateral y Vuelo de la Grulla.
El Rey Mono se observa meditar sentado en el húmedo y cochambroso suelo de cemento de aquel refugio improvisado, carente de cualquier tipo de calor. Aunque sus cuerpos no están unidos sus mentes ya funcionan como una sola, complementándose. Sienten la pérdida, la angustia y la total y completa desesperanza que atenazan cada vez más el alma humana y la esencia feérica de todos los que aquí se encuentran.
Un disparo. Resuena en las paredes como un fogonazo instantáneo que despierta una esencia dormida, un sentimiento de desolación e incertidumbre que se hace realidad mientras el cadáver del Redcap se estrella contra el suelo en un crujido sordo, casi inaudible. El cuerpo se desangra apresuradamente mientras el Gran Mono escucha el sufrimiento más allá de la barrera física. En el Ensueño, el alma de aquel que alguna vez se hiciera llamar Ecker se desvanece para siempre en una lenta y quejumbrosa caricia.
Vuelta. Pétalo. Doble paso lateral. Silencio, tigre, silencio. Espiral de Zhang.
Para siempre. La atribulada mente de los supervivientes comienza a encontrarle sentido a lo que acaba de pasar. Muchos de ellos preferirán dejar de sufrir antes que salvaguardar lo que les queda en el interior. Muchos de ellos desearán abandonarse al acto más banal que existe como vía de escape ante el dolor del pasado y para evitar conocer el del futuro. ¿Es tal la desesperación que albergan en sus corazones que ya no queda hueco para la esperanza?
- “Necesitan creer que es posible”. - se dicen mutuamente en un susurro mientras se incorporan, y el resto de palabras sobran. Por la mente de ambos cruza un torrente de pensamientos que albergan dudas, miedos y anhelos. Pero no es momento para echarse atrás.
- Y bien, Lully, ¿qué has aprendido en este ciclo? - inquiere el mono dorado.
- ¿Mmm? Pues he aprendido que odio a Milky con todas mis fuerzas. Y que con fuerza de voluntad puede cambiarse casi nada. Y por supuesto, que bajo ningún concepto daría mi vida para salvaguardar la de estas hadas. Sin dudar.
- Eso es lo que no quería oír.- su interlocutor asiente y sonríe. - Lamento que tu ciclo haya sido tan corto ahora que llegamos al comienzo…
Silencio. Vuelta. Doble pétalo. Tigre desnudo y Media luna. Silencio. Kami.
El Rey Mono se observa danzar a su alrededor mientras canaliza hasta la última gota de su esencia en ese viejo pilar del Ensueño que es Ruyi Jingu Ban. Es curioso cómo todos sus ciclos comienzan y terminan con un viaje, pero este es uno muy especial. Un viaje sólo de ida. Asiente para su interior con la calma de quién sabe que ha dejado las maletas hechas antes de partir. Ella estará bien, que el Mundo de los Sueños se derrumbe si no cumplen con su palabra.
Lo arriesgan todo utilizando el ritual milenario, vetado solamente para aquellos momentos de especial necesidad. ¿Considerará el Ensueño justificable el Holocausto como excusa válida para traer aquí al Primero? El tiempo lo dirá. El Rey Mono finaliza la danza en la posición de Kami, quedando enfrentado contra sí mismo en idéntica posición. Ambos bastones extendidos, sus dedos al borde de tocarse. Como si fuera un gigantesco espejo que obra su magia, las dos mitades se mueven al unísono.
Entonces me doy cuenta de lo joven que soy. Me miro a través del espejo y veo en mi rostro adolescente las ganas de vivir, siento en cada centímetro de mi cuerpo la necesidad de explorar, de danzar, de amar y de crear. Siento como todo eso va a desaparecer y no puedo evitar derramar una lágrima por la inocencia perdida, por toda la vida que no voy a vivir. Por un ciclo que termina, antes siquiera de haber podido empezar. Lo siento.
Ya no hay marcha atrás. Me lo digo una y otra vez mientras mis mentes se funden en una sola. Mientras nuestros cuerpos y nuestros espíritus se hacen pedazos, y parece que tan sólo nos queda aliento para lanzar un grito desesperado. Nuestras voces reverberan como una sola, y echamos una última mirada a los presentes que nos observan. Quisiera decirles que lo hacemos por ellos, que su esperanza y su ilusión vale más que todos nuestros ciclos juntos y que son virtudes que no han de perder jamás. Quisiera decirles todo eso pero entonces la miro a ella, y sé que no voy a poder concluir una frase sin arrojarme a sus brazos, así que callo. Y concluyo el ritual.
“La muerte da paso a la paz”, digo mientras ambos bastones chocan por fin entre sí, y una luz blanquecina me envuelve. Ruyi Jingu Ban se fragmenta, mientras los símbolos del Señor de Jade grabados a fuego comienzan a apagarse. Las historias comienzan a olvidarse poco a poco, mientras se queman los adornos del bastón. Uno por cada historia, uno por cada Aventura del Rey Mono, que como la tela de ese bastón arden hasta deshacerse en la nada. Los pedazos de madera se reforjan como si estuvieran en un improvisado taller Nocker, quedando al final tan sólo un sencillo cayado de madera repleto de símbolos, que vibra con la fuerza de un millar de soles.
La luz de los Reyes se extiende y envuelve a varios de los presentes. Aquellos que tienen que sobrevivir, a toda costa. Aquellos en los que la esperanza debe ser más fuerte para traer un futuro mejor. Y les entrego un último pensamiento para cada uno de ellos antes de marchar.
“Rocket, Raöron, Galimatazo: me habéis hecho un juramento. El mundo no necesitará mi ayuda en quince años, pero sí la vuestra. No me decepcionéis.”
“Deedlith: hablamos largo y tendido de lo que significa ser Rey. Cuando esto termine los soñadores necesitarán que volváis a tejer la madeja. Cuidad de ellos hasta mi regreso.”
“Milky: en ti reside la esencia del Auténtico Rey Mono. En todas las vidas estamos contigo, porque nada seríamos sin ti. Albergas la esperanza más pura, la ilusión y la magia. Compártelas. Te odio.”
Un agujero azul cristalino se abre en los sangrantes y rojizos bordes del Ensueño, mientras un portal en forma de pagoda dorada se traga a los cinco, enviandolos a un lugar lejano. Lejos de la guerra. Lejos del horror y la muerte. Lejos de mí. Ella grita nuestro nombre una última vez, mientras alarga un brazo a la desesperada intentando que nos marchemos juntos. Pero el brazo ya no está allí.
El cuerpo de los Reyes se quema con una llama blanca y dorada que gira sobre ellos formando un torbellino, mientras Ruyi Jingu Ban asciende hasta el techo del edificio. Cuando uno de sus extremos toca la estructura, un sonido metálico restalla en la estancia mientras el báculo vuelve a descender. La vibración del gong permanece hasta que una enorme mano poblada de cabellos dorados surge del remolino de luz, asiendo por el otro extremo la vara. La luz se disipa dejando espacio a una gran figura vestida con una armadura de combate roja y dorada, que parece emanar energía del Mundo de los Sueños por cada uno de sus poros.
El Rey Mono original se incorpora asiendo con fuerza el aspecto original de Ruyi Jingu Ban. Su voz resuena con reverberancia, compuesta por el sonido de dos voces que hablan al unísono. Cuando se mueve, su forma tiembla y se separa dejando entrever brevemente la esencia de aquellos que lo conformaron. Golpea con fiereza el suelo con la vara y éste salta en pedazos, fruto de la fuerza del impacto.
- Mis ojos se niegan a creer lo que veo. ¿Cómo es posible? ¿Acaso la voluntad de proteger nuestro hogar se ha resquebrajado tanto como este suelo bajo nuestros pies? Jamás olvidéis que la desolación, la desesperación y la catástrofe viven bajo el mismo cielo que la esperanza y la virtud. - dice el Rey mientras niega con la cabeza.
Los ojos enjugados en lágrimas, los temblores presa de la tristeza y el horror. Las miradas nerviosas y la duda. Sobre todo la duda. No podemos fallarles, como fallamos a aquellos niños soñadores del campo de concentración. Todos deben creer. Deben tener esperanza, aunque no tengan nada más. Y un bramido surge de la garganta del Mono Legendario.
- ¡He sido convocado aquí para luchar! ¡Para proteger a Nuestra Gente, para proteger el Ensueño! ¿Quién está conmigo?
No fue necesario decir nada más. Como una estampida, los pasos de todos los que allí se encontraban se adelantaron raudos hasta el Rey Mono. El último atisbo de esperanza, la voluntad de mover lo inamovible. La fuerza para escribir el cielo y prender las estrellas. La fuerza que te hace creer que existe una jaula de oro con la capacidad de cambiar el mundo. Y en primera fila orgulloso, el Guardián, el Escudo que ha de proteger el reino de las hadas.
- Bel-Maraar -, dice mientras deposita a Ruyi Jingu Ban delante de él. - La sabiduría y la fuerza del Rey Mono os guían ahora en la batalla, pero habrás de ser tú el que soporte el peso de empuñarlas. En este bastón deposito todo lo que soy, y todo lo que seré hasta que el final del Ensueño llegue, o las puertas de Arcadia se abran. Muerte antes que deshonor.
Y tras decir esto, la esencia del Verdadero Rey se funde finalmente con el bastón. Sabe que la victoria es imposible, pero ellos no necesitan saberlo. Necesitan creer que es posible, aunque parezca absolutamente improbable. Su voz ha implantado una pequeña luz en el interior del corazón de cada uno de ellos, que arde poco a poco transformándose en una Hoguera donde la banalidad no tiene cabida.
Uno tras otro los guerreros, y luego el resto de hadas de la Corte Luminosa caen: luchando con fiereza, protegiendo a los que más quieren. Los cuerpos abrazados, la sonrisa en el rostro y como último pensamiento una promesa, que ni siquiera la muerte puede llegar a romper. Y los Reyes en el interior del bastón sienten cada una de estas muertes como si fuera la suya propia.
La hoguera que el bastón alimenta poco a poco comienza a apagarse, y un símbolo se oscurece con cada vida que se marcha, como si la acompañara a cruzar al otro lado. Cuando el último de los Changeling muere bajo el fuego enemigo, cuando la última de las llamas encendidas se apaga y sólo queda oscuridad, Ruyi Jingu Ban se rompe. Poco a poco se deshace en volutas de gruesos pelos dorados, mientras la esencia de Lully Sun y Lee Wukong se funden definitivamente con el Ensueño, por toda la eternidad.
La muerte da paso a la Paz.
Epílogo: a cientos de kilómetros de distancia, cuando la esencia del último de los Changeling de Berlín abandona su cuerpo, el Nocker Raöron sufre una quemadura a través del bolsillo del pantalón. Extrañado, toma un par de gruesos guantes de trabajo y con delicadeza extrae el pequeño objeto del bolsillo. Candente como si fuera una tea encendida, el pedazo de madera oscura brilla mientras dos extraños símbolos se graban espontáneamente a fuego en su superficie.
開始
[Comienzo]
Autora del Artículo: Álvaro