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El Mago y la Ascensión

 

Eres un humano al fin y al cabo. Tu piel tiene el mismo límite para romperse que la de ese hombre que te vende el periódico por las mañanas. Si tu corazón para de latir mueres y tu cabeza sigue siendo un punto vital muy importante. Puedes morir como lo haría cualquier humano, otra cosa es que escondamos trucos bajo la manga para hacer que eso ocurra de una forma más difícil.

 

Así que sí, somos humanos en todos los términos y denominaciones y fisiológicamente no tenemos ninguna distinción. Lo que nos separa de los Durmientes es el proceso del Despertar. A través de él podemos concebir la realidad como verdaderamente es, y a partir de ese momento será cuando comience nuestra ansia por el conocimiento del universo.

 

Algunos Magos son mejores personas que otros y algunas facciones se preocupan más de la moralidad y del mundo en su conjunto que sus rivales, pero todos nosotros sufrimos del pecado del orgullo. Todos contamos mentiras para parecer los buenos y todos alzamos la voz para tener más razón en nuestros ideales. Muchas veces incluso levantamos la mano para ello.

 

La realidad es que por poco popular que sea la verdad, todos los Despertados somos Magos. Los Magos de las Tradiciones y los Tecnócratas, los Locos y los Caídos, y todos aquellos entre medias que se niegan a escoger bando en esta demencial guerra. Todos somos Magos. Muchos rechazan tal título o se lo niegan al resto, pero es lo que somos: sacerdotes con las llaves de la realidad.

 

Un poder como el que puede alcanzar un Mago asusta a la gente, ¡y con razón! Es terrorífico descubrir qué puedes hacer si realmente te pones a ello, es incluso más terrorífico descubrir que los demás pueden hacerlo quieras o no. Esa bola inmensa de terror se ve aderezada y engrosada con las consecuencias y castigos que conlleva ejecutar ese poder.

 

Ese terror dirige lo que llamamos la Guerra de la Ascensión, un combate por el destino de la realidad tal y como la conocemos. Esta Guerra enfrenta a las fuerzas de la Magia, la fe, la ciencia y la perdición entre sí. Las facciones que luchan en las sombras de la realidad dicen combatir a causa de una antigua disputa, pero en realidad están motivadas por el miedo a la verdad Mágica de los demás.

 

La realidad es que los Magos nunca jamás encontrarán el consenso o se pondrán de acuerdo en casi nada. Todo ser Despertado o no, tiene su propia percepción de lo que es la realidad, como se compone y como funciona, lo que llamamos también Paradigma. Por supuesto coincidiremos en ciertas cosas como que el agua moja, la existencia de la gravedad o que tenemos un par de cada extremidad. Pero cuando eres un Mago te das cuenta de que ciertas cosas están al alcance de ser modificadas. El poder de esto es Mágico. El orgullo de tal poder nos dirige a la Ascensión y paradójicamente, nos aleja también de ella.

 

La Ascensión es un gran ideal. Para algunos Magos, es la capacidad de un individuo de trascender su envoltura mortal e ir al Cielo, al Nirvana, o a lo que sea que haya más allá. Es tanto rendición como control, gozo infantil con compresión adulta. Ésa es una de las muchas paradojas de nuestra senda: cuanto más tratas de explicarla o capturarla, menos probable es que realmente logres ese objetivo.

 

Debido a esa paradoja concreta, muchos Magos buscan un objetivo menor: hacer que el mundo Ascienda. Te dirán que eso es la benevolencia definitiva y te mentirán por ello. Quizás sea una forma de esclavitud definitiva: Hacer que todos los Durmientes despierten a la vez. Una utopía con todos los defectos y problemas que conllevan. Y aunque la Tecnocracia sea el máximo opositor a todo esto, muchos otros Magos son igual de culpables.

 

Y por todo esto, hay una guerra. Tenemos miedo, a menudo con razón, así que peleamos. Y matamos. Y morimos. Y de vez en cuando Ascendemos. Sin embargo, muy a menudo, ardemos. Y es que alcanzar la comprensión total del universo, es demasiado difícil con tantos obstáculos en el camino.

 

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