Aún no soy consciente de la suerte que he tenido.
A ver. Todo empezó con aquel accidente de autobús y la terapia a la que intentaron obligarnos a ir... ¿Por qué digo “intentar”? Bueno, intentaron comernos la cabeza con lo que era bueno para nosotros y lo bien que nos iba a venir para superar el trauma… ¿Qué trauma? ¡Yo no soy uno de esos flojos que necesita ir a un loquero a contarle memeces porque he visto cuatro o cinco muertos dentro de un autobús! Así que pasé y mandé a la mierda sus propuestas.
Intenté seguir con mi vida normal, aunque reconozco que de vez en cuando echaba un vistazo a las noticias. La que se montó en Cáceres al parecer fue gorda… pero a mí ya me pillaba en casa con mi familia, así que tampoco me preocupé mucho por los sucesos, siendo sincero.