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Alexandra me recomendó escribir para desahogarme, pues no encuentro con quién puedo.

 

Ha pasado ya un tiempo desde que te fuiste. Desde que nos dejaste… Duele. En la cabeza, en el corazón, en el alma… Nunca creí que escribiría cosas así.

 

No solo te extraño y te echo en falta. Te necesito conmigo. He pateado muchas sendas tanto de aquí como de más allá, intentando buscar indicios, mensajes tuyos, pero nada. Cómo tú decías, moriste una vez y perdiste tu nombre… Ahora has muerto de verdad, de forma definitiva.

 

Me doy la vuelta en la cama y aún encuentro tu olor impregnado en la almohada. Me muevo por la casa y cada rincón, cada objeto, cada habitación… me trae a la memoria una escena contigo que no puedo borrar de mi mente. No sólo no puedo, no quiero.

Los equipos de contención se desplegaron como pudieron… Llegamos tarde. Nuestro gran proyecto ha quedado destruido y solo queda borrar la huella con gran pesar.

 

Cenizas, cadáveres y podredumbre… Todo debe ser pasto del fuego. Así lo han ordenado de arriba. Hemos explorado la casa varias veces e identificado a muchos de los cuerpos. Los desaparecidos de Luisiana, la familia que vivía aquí… ¡Un momento!

 

El hijo mayor no está. Hemos rebuscado varias veces y no le encontramos entre los cuerpos. Lucas ha desaparecido. Informamos y quedamos a la espera de órdenes con la tensión en el cuerpo. Los jefes se alteran bastante. Hay señales de un intruso hace dos días. Alguien que vino por su propio pie y no fue “traído”…

David apagó disgustado la radio del coche. La música era una mierda últimamente. No como cuando era más joven. Esa fue una época de música genial, lo que llamaban rock “clásico”.

 

Siguió conduciendo en silencio. La carretera habría estado completamente a oscuras si no fuera por el resplandor de la luna. No había alumbrado a esa distancia en la carretera. Tomó el primer desvío que vio del Casar de Cáceres y Cáceres dirección Mérida, sin darse cuenta de que no era el desvío que quería tomar, sino una vía de servicio. Pronto llegaría a la bifurcación, donde el asfalto dejaría paso a la gravilla. Si en el cartel ponía dirección Cáceres no podía estar errado, pero después de 5 minutos de esa mala carretera dudó y paró el coche.

 

Encendió su GPS para ver su localización. Según el moderno aparato, efectivamente estaba en una vía de servicio que desembocaría a una avenida que va a parar a la ronda norte. 6 km más y llegaría a su destino. Volvió a ponerse en marcha y la carretera era cada vez más estrecha y tortuosa. Ningún alma por aquel lugar. Ninguna luz.

¿Cómo se enfrenta uno a un Dios?

 

Esa es la pregunta que nos hacíamos todos estos días, humanos o no. El plan no era malo: dejar que los demonios esos, o lo que sean, hicieran su votación y quitaran a Perséfone su inmunidad. Perséfone llegó en medio de su voto y todo sucedió demasiado deprisa. Ella y ese Lucius desaparecieron por un objeto que desconozco, y nosotros volvimos a la base junto con el tal Gray Spectre, a quien le debo mi vida.

 

He visto muchas cosas a lo largo de los años que llevo con el Jefe, cosas maravillosas y terribles, cosas que harían estremecerse a cualquier hombre, cosas que no se pueden recordar. Pero ninguna se compara a Perséfone destrozando nuestra puerta y entrando, pistola en mano, la muerte acechando en cada pisada y la promesa de dolor en cada palabra. Enfrentarse a ella era inútil, desafiarla un suicidio. Mató a dos de los nuestros entre risas y juegos, mientras esperaba a la caja. ¡La caja! La tenía Amadeo, y por el interés que tenía ella en la caja agradezco habérsela dado. Además estoy seguro de que el resultado habría sido el mismo; el Jefe nos ha protegido de mucho, mediante palabras o hechos, pero esa mujer le superaba como si fuera un niño.

Nada más entrar en la habitación y ya tuerzo la cabeza hacia atrás, hago por controlar la respiración, y así intentar serenarme. Miro a todos lados y saludo al respetable con cara de buen humor. Muchos conocidos, otros no tanto, en general buena gente.

Mucho ha cambiado desde que llegué de Londres a esta ciudad, mi ciudad, mucho que aún todavía intento digerir, cosas que sólo una macabra y pérfida mente podría tolerar, otros, intentamos vagar entre esas imágenes, sacadas de un fresco de temática gótica, oscura y más negra que el azabache.

Quien dice vagar, dice..., bueno, por lo menos estoy vivo. Para sobrevivir a estos hechos he tenido que hacer cosas que jamás podría haber imaginado, me sentí muy mal al principio, eso no os lo voy a negar, estuve a punto de vomitar, muchas horas en vela y mi mente acabó hecha añicos. Un cierto tiempo claro, quizás si no fuese así, no podría estar haciendo este ejercicio de reflexión. Sólo habría escrito o dibujado imágenes relacionadas con los hechos vividos de una forma más oscura. De alguna forma he logrado sobreponerme, mis ojos han visto más que mucha gente, mis manos han hecho elementos que en mayor o menor medida han desempañado algún papel en los hechos, mi olfato ha olido trazos indescriptibles, mis boca ha ingerido productos exóticos, pero mi mente, mi mente es la que más ha sufrido.

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