Esperamos y el avión se retrasaba. Tuve un mal presentimiento.
“El Arquitecto” no paraba quieto en su asiento, intentaba fingir serenidad y estar vigilante a todo detrás de sus gafas de sol. Simulaba ser un hombre de negocios con una pequeña maleta que iba a coger un vuelo. Esperaba en la gran sala con los demás pasajeros de otros vuelos, una multitud enorme que no paraba quieta. Muchos de paso solo deteniéndose detrás del gran letrero luminoso, otros con las prisas tropezaban entre ellos al ver que por megafonía ya les llamaban para embarcar.
Kent volvió a mirar su móvil. Lo hacía demasiado a menudo. Podía pasar por alguien preocupado por un familiar o un simple fanático del trabajo. Me buscó con la mirada y le hice señal de que se calmara.
Estaba en una situación demasiado alejada de la puerta de embarque, apoyada frente a la escena donde creemos que se desarrollaría todo. Estamos desarmados y ellos vendrán preparados como para entrar en guerra. Confiamos demasiado en nuestra pericia y en los que vienen dentro del avión. El tonto de mi padre estaría orgulloso de lo que intentamos… Pero no había otra forma… Nos detectarían en los controles al momento.