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Un poco de historia

 

Esta historia existe desde el principio de los tiempos, donde los guerreros de la Luz y la Oscuridad desatan una guerra llamada El Gran Conflicto. En esta eterna batalla se decidirá cuál de las dos utopías (el orden o el caos) llegará al Armagedón y se hará con el control de toda la creación. Las fuerzas de la Luz lideradas por ángeles y arcángeles se enfrentan a los ejércitos de la oscuridad encabezados por los tres demonios mayores llamados Diablo: Señor del Terror, Baal: Señor de la Destrucción y Mefisto: Señor del Odio. 

 

Las leyendas cuentan que tras incontables siglos de batalla hizo su aparición el hombre, quien, con su única cualidad de elegir entre el bien y el mal, podía poner fin a la guerra que desde ese momento fue rebautizada como La Guerra del Pecado. Pero a diferencia de los ángeles y demonios que vivían en el plano espiritual, el hombre habitaba en un plano físico. Las entidades del más allá se peleaban constantemente por obtener aliados humanos, llegando a veces a romper la tela que separaba el plano real del espiritual. 

 

Esto inquietó a dos demonios secundarios llamados Belial y Azmodan que no estaban de acuerdo con la idea de que el ser humano fuera la clave para ganar la guerra. Los demonios desataron una gran rebelión en el infierno, que terminó con el exilio de los tres demonios mayores al mismísimo mundo mortal. Este hecho se conoce como El exilio oscuro

 

Los demonios exiliados inyectaron en los hombres sus esencias de odio, terror y destrucción provocando muertes y guerras sin sentido que causaron gran dolor a la humanidad. Con el propósito de detener esa locura, un arcángel llamado Tyrael reunió a los más poderosos magos del mundo mortal para formar la orden de los Horadrim. Esta coalición tendría la misión de encerrar a los espíritus de los tres demonios en unos artefactos llamados Piedras del Alma, previamente creadas en la cima del monte Arreat, en la cámara de la Piedra del Mundo. 

 

No fue fácil, ya que los demonios descubrieron que, si se apoderaban de un cuerpo humano, aparte de hacerse más fuertes, eran inmunes a los poderes de las piedras. Los Horadrim se vieron obligados a asesinar a las personas poseídas por los demonios para encarar la verdadera esencia espiritual de los Tres. Poco a poco los magos fueron ganando la batalla, logrando encerrar a Mefisto en la piedra y guardándola en una torre de la ciudad de Kurast. El siguiente fue Baal, quien durante la pelea partió su piedra del alma. Como única salida el líder de los Horadrim, el mago Tal Rasha, ofreció su cuerpo para encerrar al demonio incrustándose en su pecho los pedazos que quedaban de la piedra. 

 

Dejaron a Tal Rasha enterrado en una bóveda secreta bajo el desierto de Lut Gholein y se fueron en busca de Diablo. Después de un duro combate lograron aprisionar a este último demonio y construyeron un gran templo subterráneo en una remota ciudad del oeste llamada Tristán. Ahí escondieron la última piedra y juraron protegerla generación tras generación. 

 

Pasaron alrededor de dos siglos y la orden de los Horadrim se disolvió por completo debido a orgullos y desacuerdos entre los magos que la formaban. El Rey Leoric nombró a Tristán como la capital de su reino, Khanduras, y sobre las ruinas del templo de los Horadrim se edificó una catedral para la religión de Zakarum. De alguna forma Diablo corrompió su piedra del alma y esta dejó fluir parte de su conciencia. El demonio se apoderó de la mente del Arzobispo Lázarus, quien intentó entregarle a su maestro el alma más fuerte de Tristán, la de Leoric, enloqueciendo este en su esfuerzo por resistir el control de Diablo. La más grande locura del Rey fue declararle la guerra al reino vecino, condenando así a la mayoría de los guerreros de Tristán. 

Su demencia se volvió incontrolable cuando su hijo, el príncipe Albrecht, desapareció misteriosamente. Leoric comenzó una frenética cacería en busca del culpable. Ordenó ejecuciones y castigos a varios de sus súbditos, causando mucho dolor a la gente de Tristán. Ante la incontrolable situación, los caballeros reales liderados por Lachdanan, su más fiel guerrero, organizaron una revolución que terminó con la muerte del rey Leoric, quien con su último aliento invocó una maldición que condenó a todos sus caballeros a servir a la oscuridad por toda la eternidad. 

 

Pero el príncipe Albrecht seguía desaparecido y Tristán ya no contaba con sus caballeros para buscarlo. Lázarus se aprovechó de la situación y organizó a la gente del pueblo para ir en busca del príncipe quien según este se hallaba atrapado en el laberinto subterráneo. Los campesinos se aventuraron en el laberinto, pero estos no pudieron hacer frente a las horribles criaturas que había ahora en su interior. Todo terminó con una masacre dejando a Tristán con pocos habitantes. 

 

Desesperado, el pueblo de Tristán lanzó una llamada de auxilio al mundo. A esta llamada respondieron las Arpías de la Hermandad del Ojo Ciego, los Hechiceros de la orden de los Vizjerei y por supuesto los Guerreros de Khanduras que quedaban de la guerra del oeste.

 

Pero el tiempo pasó y no se volvió a saber de Tristán. La ciudad quedó desolada por grandes peligros y nadie se atrevía a acercarse a ella. Los pocos supervivientes se dispersaron en campamentos y asentamientos en los alrededores, pero muchos de ellos fueron aplastados por las horribles criaturas.

 

Se comienza a vivir ahora una época oscura, en la que vagar solo por la noche supone la muerte automática ante los peligros del exterior y muchas veces los muros no son suficientes para contener a los peligros o la corrupción del submundo. Algo se remueve en el abismo y el número de pesadillas se incrementa entre los hombres bajando su moral.

 

Una nueva llamada de socorro ha atraído esta vez a todo tipo de héroes del conocido mundo, no solo de Khanduras. Había mucho en juego, pero a la vez también un gran desconocimiento. La única orden fuerte que prevalece por la zona es la Hermandad del Ojo Ciego, un gremio envuelto en el misticismo compuesto en su mayor parte por mujeres y arqueras. Se refugian en el Monasterio de las Arpías bajo el mando de Cuervo Sangriento, una de las supervivientes que bajaron a lo profundo del laberinto y volvieron jurando no contar lo que ocurrió en su interior.

 

Uno de los pequeños campamentos estaba sumido en la miseria cuando los héroes llegaron. Variopintos de todo tipo, desde amazonas de la orden hasta médicos brujos de las profundas selvas, pasando por bárbaros del monte Arreat. Algunos comenzaron a pensar que no era casualidad que todos se juntaran allí por una simple llamada de socorro. La pequeña población estaba metida en su locura, mujeres que abrazaban a sus bebes muertos creyendo que estaban vivos, ánimas impías que buscaban venganza en edificios desolados, así como perturbadores de la paz que solo buscaban su propio beneficio. Si no hubiera sido por los recién llegados, ese campamento habría caído esa noche. Fue Akara, quien llegó esa misma noche anunciándose como Suma Sacerdotisa, mencionando que Cuervo Sangriento había traicionado a la hermandad y las hermanas se habían asesinado unas a otras, poseídas por la diablesa Andariel.

 

Diezmadas, las amazonas piden ayuda al campamento e intentan unir fuerzas, y así surge el campamento de las Arpías. Pronto se acaba descubriendo que el líder de los supervivientes no es más que un Heraldo de Mefisto. Los héroes se enfrentan a mil peligros para mantener a esa gente a salvo: la Condesa del Mal, el Demonio Carnicero, la mismísima encarnación de Cuervo Sangriento, la expedición para traer a Caín de vuelta de la vieja Tristán entre otros muchos peligros. Pero quedaba el escollo más grande de sus vidas entre las alegrías de haber puesto a salvo a los heridos y supervivientes del campamento, e incluso rescatado a una bebé.

 

Se dirigieron a por Andariel, la diablesa menor, el azote de la agonía. Querían reconquistar el Monasterio de las Arpías y liberar el paso del este. El vagabundo caminaba hacia el desierto de Anaroch y ya no era ningún secreto que en su interior se encontraba Diablo.

 

Consiguieron matar a Andariel y las labores de reconstrucción de Khanduras comenzaron. Pero la verdadera labor de los héroes no terminaba ahí.

 

La travesía hasta Lut Gholein, fue demasiado dura y no llegaron todos los que partieron desde el principio. El clima no era el esperado en un desierto y todo estaba siendo modificado mágicamente, las bestias alteradas arremetían contra todo y el lugar se volvió mucho más peligroso de lo que era. Algunos perecieron por los venenos o la enfermedad, otros por el ambiente y otros simplemente desaparecieron. Cuando llegaron a las puertas de la Joya del Desierto, se encontraron con una ciudad racista, cerrada en costumbres que no confiaba en los forasteros. Pasaron penurias durante cinco días a sus murallas hasta que finalmente, debido a varios ardides en la última noche, consiguieron abrir las puertas antes de tiempo.

 

En el interior pudieron ver los horrores que azotaban al desierto de Anaroch. El Vagabundo ya había realizado su paso por aquí y los héroes se enfrentaron a un paso encrucijado. Belial movía piezas de distracción para llegar a Caldeum mientras Baal buscaba su liberación de la tumba de Tal Rasha. Jerhyn, el joven hijo del califa, era una mera marioneta de Duriel, corrupta para sumir en la inmundicia a Lut Gholein mientras daba con la forma de distraer las miradas del Santuario Arcano.

 

Y este último fue el último destello que se apagaba para la humanidad. Heródoto, de los tres primeros que derrotaron a Diablo bajo la Catedral de Tristán, sucumbió al poder demoníaco. Duras fueron las batallas y los movimientos para poder vencer a Heródoto, atravesar el Santuario Arcano y llegar el Cañón de los Magos.

 

Una vez allí el grupo descubrió, gracias a la sabiduría de los Magos, cuál era la auténtica tumba de Tal Rasha y una vez dieron con ella tuvieron que enfrentarse a Duriel. La batalla fue dura y costó mucho doblegar a la gran bestia demoníaca, pero consiguieron encerrarla en su piedra del alma.

 

Cuando todo parecía conseguido, una vieja conocida nigromante se plantó delante del grupo. Hessha, bajo un halo de fuego, encubierta como la doncella que cambiaba el clima y traía la desdicha a todos en Anaroch. La antigua miembro del grupo vendió su alma a Baal para intentar que los héroes volvieran y salvaran sus vidas. Pero ella no contó con que su amado se sacrificaría para estar con ella para siempre y así fue como las dos almas partieron en paz y el machacado grupo no tuvo que enfrentarse a un ente que les superaba enormemente. Pero ambos nigromantes, dejaron un legado que dará mucho que hablar en el futuro y que ahora se mueve hacia el oeste con sus cuerpos.

 

Al llegar a la tumba de Tal Rasha, con horror pudieron comprobar que Baal había escapado y que Diablo seguía viajando hacia el este. Para desgracia de todos, esto no había terminado y la siguiente meta era enfrentarse al Odio en persona: Mefisto.

 

Después de muchas peripecias en la selva y de grandes amenazas y destrucciones, consiguieron una vez más salvar sus adversidades e internarse en la Depresión del Odio. Para ello tuvieron que dejar a muchos atrás, otros cayeron bajo la corrupción y otros simplemente sacaron partido para ganar poder en su beneficio, siempre pagando un alto coste. Mefisto fue derrotado y se internaron en La Puerta del Infierno. Visitaron la fortaleza del Pandemónium y anduvieron por un yermo desolado de almas condenadas y demonios que querían arrebatarles la vida. Al entrar en el Templo del Fuego y abrir los sellos, liberaron el mal del Señor del Terror ante ellos.

 

Mientras tanto paralelamente, una nigromante jugaba a juegos de Nephalem liberando a la peor amenaza que podría visitar Santuario: Lilith.

 

 

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