Menú Principal

Y allí estaba, al borde de su existencia, viendo a Njord casi partido por la mitad encima suya, viendo cómo el tiempo se ralentiza a su alrededor, dejando fluir sus pensamientos. Después del error que cometió, ¿por qué dio su vida por salvarlo? ¿Por qué prefirió sacrificarse por él en vez de por otro que mereciera más la pena?

 

¿Porque siempre acabas así?” - se preguntó a sí mismo Aluménedes – “¿Cómo puedes tener esa actitud tan nihilista con la vida? ¿Acaso quieres desaparecer? ¿No te alegras de tener otras oportunidades? ¿Por qué no las aprovechas?

 

“Los hombres viven su vida, fieles a sí mismos, tener más vidas solo nos hace ser temerosos de desaparecer. El hombre tiene miedo a morir, y cuando lo hace desaparece. Las hadas tienen miedo a dejar de existir, pues cualquier muerte, puede ser la última.”

 

Aluménedes se intentaba retorcer de dolor mientras la gran criatura peluda se dirigía hacia él. Sabía que era el siguiente. Sabía que no había escapatoria. Entonces abrió los ojos de par en par, no porque aquel gatillo se fuese a disparar sino porque recordó una palabra.

 

Vigía”.

Fue un éxito la defensa de Grimwood. Aunque a cosa de muchas vidas. Y es que muchos han olvidado la dureza del Lejano Oeste. Se han dejado llevar por los sentimientos y el Glamour sin darse cuenta de que había un peligro real detrás de todo.

 

Pasaron unos pocos años y el nuevo Alcaide de la ciudad fue una marioneta a la cual Alexandra Tyler controlaba. Después de la muerte de su padre y el cobro de la gran herencia, podía ser de las personas más influyentes de Texas. Su terrible rival, Ariant, no estaba allí para hacerla frente con todas sus influencias. Su querida viuda, fue fácil aprovechar el dolor y el tormento para mandarla de vuelta a Europa, a que llorara lejos sus penas. Y la Reina de las Hadas consiguió un gran pacto. La Tejedora-de-Sueños juró que nadie interferiría en los asuntos de la familia Tyler, siempre que respetaran la ley y ellos nunca interferirían en los asuntos del feudo. Y así fue.

 

Pero Tyler siempre tensaba la cuerda sin romperla. Actuaba a su antojo haciendo parecer que todo estaba cubierto por la ley, como aquella masacre de indios, como aquella vez que vendió a todos los indios una vez Vuelo-de-Halcón murió o como instigó al fuerte para que cargaran contra los pocos rebeldes que quedaban para arrasarlos o capturarlos.

 

La hierba se movía al son del aire. La triste Sidhe miraba hipnotizada el precioso jardín de detrás de su casa. Vestida de forma muy elegante, reposa sentada en los escalones del porche de la parte de atrás de la casa, en la privacidad de ojos ajenos. Su pelo está suelto ondeando un poco con la brisa del aire. Pero sus ojos estaban rojos y su cara marcada por la reciente tristeza que ha vuelto a sufrir, de forma recurrente. Y es que, es inevitable no llorar por ese sentimiento.


Recuerda anteriores tiempos, todos ellos felices con Ariant. Él siempre ha luchado por ella y ella siempre le ha amado. La frustración de no poder darle todo, es lo que atormenta su alma. Tan solo recordar ese error del pasado, hace que se lleve la mano al pecho, agarrándose la ropa, compungida por el agobio y el dolor que está sintiendo.


Levanta la mirada con los ojos llenos de lágrima, los labios levemente separados intentando no emitir ningún sonido. La joven Puquy recoge flores del jardín. Está ilusionada por venir a esta casa, pasar tiempo con ella, acompañarla. La pequeña siente que algo va mal, y no puedo dejar así a su amiga. Nunca antes habían coincidido en otras vidas, pero ambas se sienten seguras y acompañadas la una con la otra.


Puquy es una joven Boggan, que en la dulzura de su inocencia, ha aprendido la picaresca de saber moverse entre la gente, de saber sobrevivir en este mundo. Pero con ella, con la noble de alta cuna, es de una forma muy distinta. No por su cargo, sus riquezas, su marido o su influencia, sino por un sentimiento profundo de amistad que le tiene a ella. Y es que Puquy es demasiado avispada y el ramillete de flores que prepara, no es para ella misma como había prometido.

Página 1 de 4

Contacto

Cualquier tipo de contacto que quieras realizar con la asociación envía un correo a: admin@revcc.es

Indicad en el asunto la ambientación o duda.

Información Adicional