Y allí estaba, al borde de su existencia, viendo a Njord casi partido por la mitad encima suya, viendo cómo el tiempo se ralentiza a su alrededor, dejando fluir sus pensamientos. Después del error que cometió, ¿por qué dio su vida por salvarlo? ¿Por qué prefirió sacrificarse por él en vez de por otro que mereciera más la pena?
“¿Porque siempre acabas así?” - se preguntó a sí mismo Aluménedes – “¿Cómo puedes tener esa actitud tan nihilista con la vida? ¿Acaso quieres desaparecer? ¿No te alegras de tener otras oportunidades? ¿Por qué no las aprovechas?”
“Los hombres viven su vida, fieles a sí mismos, tener más vidas solo nos hace ser temerosos de desaparecer. El hombre tiene miedo a morir, y cuando lo hace desaparece. Las hadas tienen miedo a dejar de existir, pues cualquier muerte, puede ser la última.”
Aluménedes se intentaba retorcer de dolor mientras la gran criatura peluda se dirigía hacia él. Sabía que era el siguiente. Sabía que no había escapatoria. Entonces abrió los ojos de par en par, no porque aquel gatillo se fuese a disparar sino porque recordó una palabra.
“Vigía”.