Caminaba con la habitual solemnidad que le era tan rutinaria ya. El entorno nunca era algo relevante. Eso se lo había enseñado Abuelo Trueno. Hace mucho. Actuar de acuerdo al entorno es como doblegarse ante el mismo. Sólo se hace para engañar a alguien, manipularle, o como estrategia, en la guerra. No se encontraba entre enemigos. No se encontraba en un combate. Por lo tanto su paso era tan solemne como su estado de ánimo. Y sin embargo, se sentía tan nervioso como cuando entraba en combate. Las vidas de otros dependerían de él.
A su paso, los nómadas miraban de soslayo. La mayoría no tenían el valor necesario para cruzar su sombra siquiera. Aquél dolor nunca se iría. Recordaba preguntarle a su padre si aquello cambiaba alguna vez. Recordaba buscar una solución, siendo tan impertinente como sólo un adolescente puede serlo. La noche que fue consciente de que estaría apartado del mundo humano por siempre jamás, algo murió en su interior. Se rompió, y tiñó sus ojos de melancolía para siempre.